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SANITARIO: HOSPITALES Y RESIDENCIAS

Ozono en hospitales y clínicas

En el punto de partida de la propagación de las infecciones iatrógenas, se halla el enfermo portador de bacterias, y el hombre sano. Al toser, al hablar, e incluso al respirar, de las cavidades nasales y bucales salen bacterias que pasan al aire. Estas flotan en el aire adheridas a microscópicas gotas de saliva.

Las partículas de mayor tamaño no tardan en depositarse en el suelo, los objetos de la instalación, mobiliario… Las partículas más pequeñas siguen flotando en el aire durante un tiempo más prolongado y, cuando el enfermo respira, llegan a las vías respiratorias o depositándose en las manos del mismo y del personal sanitario, sirviendo de punto de partida para la infección.

El ozono cumple una doble función: Desinfección y desodorización.

De todo esto se deduce la importancia de la esterilización del aire que rodea a personas y objetos, que es el principal medio de contagio e infección.

A este fin comenzaron a aplicarse numerosos productos químicos, como el ácido fénico y los glicoles, difundidos por el aire, sistemas que siendo incómodos de utilizar no producían resultados satisfactorios. También se emplearon rayos ultravioletas, pero además de ser costosos su instalación y mantenimiento, producían lesiones en los ojos y tejidos de las personas expuestos a los mismos.

En los lugares en los que más convendría la aplicación del ozono son:

  • Quirófanos
  • Salas de curas
  • Habitaciones
  • Salas comunes
  • Salas de espera
  • Aseos

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